viernes, 4 de febrero de 2011

REHENES

Videoinstalación de Willie Doherty en Iruñea


Willie Doherty muestra en “Unfinished” una impecable videoinstalación y una serie fotográfica sobre la experiencia de un secuestrado. El arte honesto del irlandés puede ayudar al arte vasco a reflexionar sobre la violencia política y su contribución a la resolución del conflicto vasco. En la galería Moisés Pérez de Albeniz, hasta el 5 de febrero.


Iñaki ARZOZ


Unfinished” (Sin terminar) la sobria videoinstalación que Willie Doherty (Derry, 1959) presenta en Iruñea pertenece a la más noble expresión de esta ya veterana disciplina que llamamos videoarte. Primero, porque, a diferencia de la gran mayoría de videoartistas de las últimas hornadas, Doherty ‘tiene algo que contar’. Segundo, porque utiliza la manera más apropiada -la más honesta- para contarlo.

La investigación sobre la violencia política que Doherty (quien asistiera en su ciudad natal al tristemente celebre “Bloody Sunday”) inició en los 90, ha ido depurándose hasta encontrar la manera de interpelar ‘reflexivamente’ al espectador. Estilizando poéticamente un material muy apto para la demagogia o el falso dramatismo ha conseguido que captemos la esencia de la dura experiencia de un secuestrado y al tiempo, obtener una mirada que conmueve nuestra conciencia.

La videoinstalación se compone de dos proyecciones simultáneas que muestran un garaje vacío -el supuesto lugar del secuestro- y el rostro de un personaje anónimo que con voz grave, va desgranando la historia de su secuestro y de los pensamientos y sueños que le asaltan durante su cautiverio. La videoinstalación se complementa con una serie de nueve fotografías “Out of Body” de nubes y del mar que muestran las sensaciones internas del rehén, con títulos tan expresivos como “Buried Alive”, “Decomposed”, “Haunted”, “Obvilion”, etc. El contraste entre la oscura realidad de la videoinstalación y la azulada vaguedad de las fotografías resulta, bien leído, aterrador. No obstante, la fuerza del conjunto sigue residiendo en el vídeo del narrador anónimo que recita un monólogo, fórmula que Doherty ya ensayó en otra pieza de video mostrada en esta misma galería en 2004. La fuerza de una despojada puesta en escena, apoyada en un rudo rostro y una oralidad que con descarnada precisión nos introduce en una experiencia límite, resulta insuperable. Doherty ha sabido transfigurar al bardo irlandés en poderoso icono parlante de la más frágil humanidad: la esperanza de libertad frente a la consciencia de la muerte. Así acaba: “Una y otra vez vi mi cuerpo sin vida arrojado en una tumba. Magullado. Sangriento. Decapitado.”

No obstante, Doherty no pretende ser un moralista. La pieza está inspirada en el secuestro de un miembro del IRA por antiguos compañeros del IRA auténtico. Podía haber elegido cualquier otro secuestro de fuerzas parapoliciales o la dura experiencia de cualquier encarcelamiento, pero con esta simple elección nos está hablando de lo que podemos llegar a ser capaces de hacer en nuestra propia comunidad. Finalmente, Doherty tampoco quiere erigirse en juez, y deja al espectador tan desnudo como al rehén, para que observe, para que sienta, para que reflexione…

De la misma manera que el protagonista del vídeo es rehén de sus captores y de sus ilusiones, los espectadores también somos con frecuencia rehenes de la manipulación informativa y, en el ámbito del arte, de la búsqueda de una simulación capaz de provocar la catarsis. En 2004, el artista navarro Miguel Pueyo, en su instalación de Ciudadela titulada “Zulo” nos invitaba a compartir por unos minutos la angustia (¿o la sensación de absurdo?) de un secuestrado, atrapándonos en un cubículo preparado al efecto. ¿Es esta la vía más eficaz para trasmitir la experiencia del rehén?, ¿Más que la videoinstalación de Doherty?, ¿Nos conduce a la necesaria reflexión sobre lo humano, la violencia y el arte? Lo dudamos; la experiencia del rehén, aun basada en elementos reales o escenarios realistas resulta, a la postre, intransferible, incluso para el propio rehén. Pero lo que sí puede el arte es, desde el honesto artificio, conmovernos hasta el punto de inducirnos a una reflexión de madurez política sobre los efectos de la violencia política. Doherty propone “una forma más avanzada y más abierta de pensar ese conflicto y su resolución”. Qué duda cabe que a través del arte contemporáneo también se puede contribuir a caminar en esa dirección. Para ello tenemos que someternos a una cura de la espectacularización estética de la violencia para, a través de la reflexión, derivar en el artivismo, paralelo del activismo que muchos colectivos de nuestra tierra ya practican, por ejemplo, como recuperación integral de la memoria ‘secuestrada’ de todas las víctimas. Aquello artistas vascos que se acerquen a nuestro propio conflicto debieran alejarse de cierto diletantismo acerca de la violencia y de su sugerente imaginería y aprender del arte impecable de Doherty. Solo desde un enfoque similar el arte vasco evitará caer en ciertos subproductos interesados en explotarla como atractivo turístico o reclamo electoral y aportará su granito de arena a una cultura de paz.

Por otra parte, la galería presenta “Segura”, vídeo sobre este río valenciano, filmado bajo el puente de la autopista, convertido en refugio de inmigrantes y mendigos y en sumidero de deshechos. La plasticidad de la fotografía de este desolado micromundo no esconde sin embargo la miseria y la degradación del río más contaminado del Estado. Esta pieza, presentada en Manifiesta 8, evidencia que la obra de Doherty no se agota en el discurso de la violencia y que se abre, con igual fuerza, hacia otras temáticas.

Willie Doherty: videoarte puro y duro.

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