Un mural formado por un mosaico de 400 catálogos y publicaciones artísticas (5,50 x 2,60 cms.) sobre el cual se ha pintado la frase “Abuse of art comes as no surprise”.
“Abuse of power comes as no surprise”, el célebre aforismo de la artista conceptual Jenny Holzer, ha sido tuneado sustituyendo el término “power” por “art”, dando lugar a un ambiguo: “El abuso del arte no nos sorprende”.
El arte contemporáneo (lo artístico, la estetización, el mercado, su discurso) se ha convertido en una forma vicaria del poder de las elites y su abuso no nos sorprende, ya que cualquier forma de poder, esencialmente, tiende a convertirse en un abuso.
Reflexionar sobre esta tendencia se ha convertido en una exigencia crítica y por ello este mural parece advertirnos y a la vez invitarnos.
Por otra parte, los viejos catálogos como una pequeña, insignificante, vanidosa parcela del poder del discurso del arte sobre el arte mismo, pegados en la pared y manchados de pintura blanca, han sido reconvertidos en soporte de la proclama acusadora (y aún los artistas -artistas del hambre, mendigos de reconocimiento- acaso busquemos nuestro catálogo en el mural como en un juego vergonzante).
Finalmente, el mural, pese a su sabotaje conceptual, se muestra como una paradójica reivindicación textual de la obra directa, pugilística, de impacto plástico (frente al abuso y paranoia de la interpretación crítica, vaya) en un centro de arte contemporáneo que busca su identidad… No puede haber oportunidad más estimulante.
Alfredo Murillo (Pamplona, 1972) había mantenido hasta ahora dos enfoques en su trabajo; el enfoque relacional de sus instalaciones en colaboración con Patxi Aldunate y un enfoque iconoclasta en su producción individual que revisa irónicamente la iconografía de las subculturas.
En este mural se sintetizan ambos enfoques en una interpelación meta-artística destinada principalmente a un gremio que vive entre la ambición, la sumisión y la precariedad.
¿Aceptaremos el reto de repensar nuestras prácticas, de contestar a su proclama?
Cibergolem
Terapia de choque
Alfredo Murillo, a partir de su instalación ABUSE OF ART COMES AS NO A SURPRISE, nos invita a participar en una “Terapia contra el arte”.
Creo que esta invitación puede resultar fructífera si somos capaces de explorarnos su inquietante ambigüedad.
Si se nos invita a participar en un círculo terapéutico es señal de que algo va mal. En cierta forma se nos advierte que el arte contemporáneo está enfermo, o quizá sea únicamente el caso del arte contemporáneo en Navarra. Probablemente, en diferente medida, ambos estén afectados. No obstante, si lo relacionamos con el título de la instalación el asunto parece más grave. Pudiera parecer que esta terapia se haya dirigida al tratamiento de algún tipo indeterminado de “abuso” artístico; de las instituciones hacia los artistas o de los artistas hacia el público o incluso de los artistas hacia el arte…
En cualquier caso sospechamos que todos, artistas y público, somos a un tiempo abusadores y abusados en el juego perverso de un arte contemporáneo, entregado al mercado y al espectáculo. Así, el arte contemporáneo ha pasado de ser históricamente ese gran maltratador del público bienpensante a convertirse en el gran proxeneta capitalista (keynesiano) del artista subvencionado.
En Navarra ese abuso, en cierto sentido al menos por la desatención de las instituciones, ha llegado a ser tan reiterado y sistemático que ha provocado más de una depresión, un verdadero delirio: los artistas han llegado a creer que existe el arte contemporáneo en Navarra cuando, de hecho, no existe.
Hay, qué duda cabe, artistas contemporáneos en Navarra pero lo que no existe es arte contemporáneo en esta comunidad como espacio normalizado: no hay espacios públicos -solo promesas públicas de espacios- y no hay políticas culturales, solo planes de arte…
De momento y quizá sólo temporalmente, nos refugiamos en este Centro de Arte Contemporáneo de Huarte, lo más parecido a un provisional centro de internamiento del arte contemporáneo, para plantear esta terapia contra el arte…
Curiosamente, se nos invita a una ‘terapia de diálogo’ que acaso solo sirva para desahogarnos, cuando debiera servirnos para reaccionar, para curarnos de cierto arte contemporáneo o del (no) arte contemporáneo de Navarra.
Quizá necesitáramos una terapia de choque…
En cualquier caso propongo, sea cual sea el resultado, una continuidad de la terapia, ya sea de diálogo o de choque, para que los artistas damnificados por el arte contemporáneo en Navarra puedan no solo liberarse de su abuso sino crear una forma de arte alternativa para estos tiempos de crisis.
Iñaki Hartza
No hay comentarios:
Publicar un comentario