Discusión sobre la idea de viaje en el arte contemporáneo
La centralidad del viaje en el arte contemporáneo a partir de una discusión sobre la “estética radicante” propuesta por Nicolas Bourriaud, se convierte en una crítica la figura del artista-turista, de los programas en torno al Xacobeo 2010 y de obras como el proyecto videográfico “Los caminos de Santiago en el Camino de Santiago” de Gabriel Díaz.
Iñaki ARZOZ
El verano, tiempo predilecto de viaje, para aquellos que no gastamos vacaciones puede ser también el tiempo para reflexionar sobre la idea del viaje en el arte contemporáneo. Y para ayudarnos en este propósito partimos de la sugerente propuesta de Nicolas Bourriaud en su reciente “Radicante” (Adriana Hidalgo, 2009). Para el teórico francés, frente al arte radical y sedentario de la modernidad, nace en la posmodernidad el arte radicante “que hace crecer sus raíces a medida que avanza”. Un arte que, gracias a herramientas como la “forma-trayecto” y “la traducción”, construye una suerte de “laboratorio de las identidades” interculturales. Un arte nómada propio de un artista que se constituye a través de “arraigamientos sucesivos, simultáneos o cruzados”, y que deriva en un “semionauta”, “un creador de recorridos dentro de un paisaje de signos”.
Como la mayoría de las propuestas de Bourriaud, -así la “estética relacional”- siempre bien informadas y con olfato terminológico, pueden acabar resultando superficiales y acríticas. En su planteamiento no hay apenas discusión sobre la figura de ese semionauta radicante que junto “al inmigrado, el exiliado, el turista, el errante urbano” aparece como figura dominante de la cultura contemporánea. Pero nada tiene que ver el viajero con su contrafigura, el turista; el viajero como buscador de experiencias vitales frente al visitante ocasional de parques temáticos.
No es cierto que en la experiencia del viaje no fuera fundamental, constitutiva de la estética y la ética de lo moderno. Para el artista moderno el viaje era una experiencia formativa y hasta iniciática, como para nuestro Oteiza, su periplo hispanoamericano y su revelador descubrimiento de la estatuaria megalítica de San Agustín (Colombia). Pero el artista moderno era un “exota” (Segalen), “que logra volver a si mismo luego de haber atravesado lo diverso” y el artista posmoderno, sin embargo, solo un fugaz turista perdido en la caótica jungla de signos de la globalización.
Significativo de este problema es la proliferación de exposiciones que exploran la idea del viaje, como “Art Itineris”, que actualmente se puede ver, entre otros espacios, en el Museo de Navarra y Artium (ya comentada en Mugalari), donde obras de todo género conviven vinculadas al Xacobeo 2010. Pero no es lo mismo, por ejemplo, la mirada crítica de Ibon Aramberri a los pantanos pirenaicos que las miles de fotos digitales de tantos artistas-turistas (PhotoEspaña), no por exóticas menos banales…
La culminación de esta deriva es la instalación videográfica “Los Caminos de Santiago en el Camino de Santiago” de Gabriel Díaz (Iruñea, 1968), que en 2010 se expone simultáneamente en seis edificios históricos, entre ellos, la Catedral de Iruñea. Un proyecto colosal que ha ocupado a este artista, especializado en peregrinaciones, seis años de caminatas recorriendo 5000 kilómetros por rutas jacobeas de media Europa, tomando una fotografía cada once pasos, para dar lugar a un vídeo de 30 horas… Un vertiginoso viaje en stop motion, sin encuentros, sin accidentes, sin cansancio… El proyecto contrario del artista-caminante Hamish Fulton, corregido y aumentado hasta la extenuación fotográfica: una peregrinación no espiritual sino ‘proyectual’, el camino por el camino, puro camino sin caminantes, solo una visión con anteojeras fotográficas, el camino como extenuante e infinito no-lugar, despliegue visivo de una cinta blanca sin fin. Por un lado, el férreo rigor de la propuesta se impone y sobrepasa al reclamo turístico del Xacobeo y a la falsa atmósfera espiritualoide de los espacios expositivos. Pero por otro, el proyecto en su desmesura se asimila a los anhelos cartográficos de Google Maps o Sigpac por reproducir el viaje para viajeros perezosos. El viaje se virtualiza hasta el punto que ya no es necesario, únicamente como experiencia prefabricada, como turismo virtual. La negación y el fin del viaje, como el de Ed Stafford, Fitzcarraldo de la blogsfera, que ha recorrido durante 28 meses 6.800 kilómetros del río Amazonas, sufriendo todo tipo de penalidades que puntualmente contaba en su blog… El último viajero y el primer turista virtual, tras el cual vendrá el trekking del artista-turista, filmando la hazaña.
Lo sentimos por el turismo, paradójicamente, la última y frágil esperanza económica del Tercer Mundo, ya sea el turismo masivo y neocolonial que estetiza la pobreza o gran parte del turismo solidario pro-poor. La última experiencia de viaje real, capaz de generar una gran narrativa contemporánea, es la migración, ejercer el “derecho de fuga” (Sandro Mezzadra), como contra-turismo hacia el paraíso occidental.
Lamentablemente el artista contemporáneo se ha asimilado a la caricatura del turista japonés obsesionado por cazar souvenirs visuales antes que vivir el viaje o (re)conocer su propia tierra, curiosamente, cada vez más mestiza y multicultural y que hace innecesario ese viaje. Ciertamente, la obsesión por la documentación está devorando el viaje y la mirada comprehensiva del artista.
Como artistas necesitamos reconstruir el sentido del viaje: el micro-viaje cotidiano, el vagabundeo psicogeográfico, el viaje antiturístico, el viaje subversivo, el viaje casual para visitar a los amigos…o no viajar, a riesgo de convertirnos en involuntarios turistas globales.
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