“El Director. Tríptico de Pamplona” es una rigurosa pieza de Patric Tato Wittig y Dirk Hermann sobre el Monumento a los Caídos de Iruñea, reconvertido en sala de arte, que todavía no ha podido ser expuesta aquí. La estrategia de ocultamiento de la memoria histórica se complementa con una táctica de distracción bajo la coartada del arte contemporáneo.
Iñaki ARZOZ
Las circunstancias de este artículo son ciertamente anómalas, ya que la obra a la que vamos a referirnos no ha podido ser expuesta todavía por estos lares…
“El Director. Tríptico de Pamplona”, fue un proyecto que recibió una beca Patxi Buldain del Centro de Arte Contemporáneo de Uharte en 2008 y que, una vez realizado, ha sido expuesto en 2009 en Berlín pero no en Uharte ni en Iruñea. Sus autores, el hispano-alemán Patric Tato Wittig (Friedrichshafen, 1969) y el alemán Dirk Hermann (Berlín, 1966), que colaboran en proyectos conjuntos sobre la memoria histórica, sí pudieron mostrar su anterior proyecto “Demencia”, sobre la turistificación del Valle de los Caídos, en 2008 en la Casa de Velázquez (Madrid).
Sin embargo, este proyecto sobre el Monumento a los Caídos de Iruñea, emblemático mausoleo franquista construido por José Yárnoz y Víctor Eusa, permanece a la espera; no ha sido censurado, sino obviado, ignorado, postergado. Los artistas levantaron una pequeña polvareda en 2009 al denunciar la situación en los medios y han reiniciado una rueda de contactos para resolverla. Al día de hoy sólo han recibido buenas palabras…
¿Pero qué es “El Director. Tríptico de Pamplona”? ¿Acaso una obra de alto voltaje político, que acusa abiertamente con nombres y apellidos los crímenes de la posguerra en Nafarroa? En absoluto. Tan solo una instalación rigurosa y sutil sobre el poder y la memoria que invita a la reflexión del espectador. El título alude al General Mola, cabecilla de la conspiración que llevó a la guerra civil y que fue enterrado junto a Sanjurjo en la cripta del monumento y cuyo significativo seudónimo era ‘El Director’. Los artistas tuvieron el privilegio de penetrar en la parte vedada de un monumento -reconvertido en sala de exposiciones municipal- y documentar fotográficamente las inscripciones y símbolos religiosos originales que permanecen ocultos o tapados.
La instalación se compone de un gran tríptico que reproduce una vista de la cripta del monumento con una serie de ‘ventanas’ de madera que se abren para mostrar esos elementos tapados como las listas de caídos en la guerra. El tríptico se complementa con una suerte de calendario de adviento que reproduce vistas exteriores del monumento con ventanas similares que se abren a los bocetos e inscripciones originales.
La instalación es una mirada conceptual sobre el desvelamiento de la memoria que requiere la participación del espectador y un cuestionamiento de su percepción. Pero, implícitamente, es una propuesta de reinterpretación de este Monumento y otros similares. Frente al proceso que va de la “amnistía a la amnesia”, se propone algo tan sencillo y eficaz como la exhibición de los elementos originales bajo una rotulación que los explique objetivamente. Así, la propuesta estética surge cuando la propuesta didáctica resulta imposible.
“El Tríptico de Pamplona” en una pieza que con su limpieza y concisión evita el panfleto, convirtiéndose en una carga de profundidad. Por eso no puede ser prohibido; sus maneras son exquisitas pero su contenido es más perturbador que cualquier discurso reivindicativo. Nos habla del pétreo silencio edificado pero también de las actuales estrategias de ocultamiento.
Del mismo modo que “Demencia”, mostrando a los visitantes con sus cámaras o el catalejo para contemplar el paisaje junto al vídeo de un homenaje falangista, revelaba el ocultamiento bajo la coartada turística, “El Director” muestra el ocultamiento bajo la coartada del arte contemporáneo. Este mismo año gracias a la exposición ‘Proyecto Chandra’, de jóvenes artistas, y, actualmente, del ‘Nafarroa Oiñez’. El edificio desacralizado se re-sacraliza desde la religión del arte; en el exterior, ondean las banderolas de eventos culturales y de la candidatura de Pamplona 2016 a la capitalidad europea y, al anochecer, junto al “Coreano” de Oteiza, en la fuente, un espectáculo de surtidores de colores...
Pero, en el interior, bajo la sala de exposiciones, mientras la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz celebra el Alzamiento cada día 19, se escucha el eco fantasmal de las palabras del Director: “Hay que sembrar el terror... hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros.” Y aquí seguimos, cumpliendo órdenes: gentrificación posmoderna para el olvido.
De igual manera que la serie fotográfica de Francesc Torres “Oscura es la habitación donde dormimos” exhuma los enterramientos de los vencidos, “El Director”, con irónica objetividad, exhuma los secretos de los vencedores.
El desvelamiento en nuestra labor. Ya sea a través de la iniciativa ‘El autobús de la memoria’ que, en su línea activista, lucha por cambiar el nombre a la plaza Conde Rodezno (ministro franquista) por el de “Plaza de la Fuga del Fuerte-Ezkabako ihesaldiaren plaza”, o el arte contemporáneo con conciencia crítica, el objetivo es ayudar a los navarros a entender la máxima de G. Santayana: “Quien no conoce el pasado está condenado a repetirlo”.
Esperamos sinceramente que “El Director” se exponga junto a “Demencia” en Iruñea, preferentemente en el propio Monumento a los Caídos; y que algún día no muy lejano este Mausoleo de la infamia se reinaugure como Centro de Interpretación de la Memoria Histórica de Nafarroa.
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