El documental sobre la masacre de Gaza a finales de 2008 “To Shoot an Elephant”, dirigido por Alberto Arce y Mohammad Rujailah y distribuido por Eguzki Bideoak, nos obliga a reflexionar sobre el papel del videoactivismo y de los nuevos procesos de difusión que como el Global Screening, permiten el acceso global y creativo a las resistencias locales.
Iñaki ARZOZ
Una cámara nerviosa e inquisitiva se interna en un hospital de Gaza siguiendo el precipitado ingreso de niños heridos, asiste a los infructuosos intentos de reanimación y finalmente a la entrega en la morgue de sus cuerpos, torpemente amortajados, a sus familiares. Esta es una de las terribles escenas de “To Shoot an Elephant”, un documental modélico sobre la guerra y la masacre, filmado por Alberto Arce y Mohammad Rujailah. Un documental que, parafraseando su título, que alude a lo fácil que es disparar contra un elefante como contra un civil, supone un verdadero “To Shoot the Video”, un disparo certero y letal al video-activismo.
En la escena que hemos descrito, pese a su crudeza, no hay voluntad de recrearse en “La muerte como espectáculo” de la que habla la profesora Michela Marzano al referirse a los vídeos de degollamientos de Al Qaeda. Tan solo la voluntad de testimonio y acaso la contenida compasión del documentalista que solo puede filmar el horror.
Durante veintitrés días, la única cámara que junto a las de Al Jazeera permaneció en Gaza durante la operación del ejército israelí “Plomo fundido”, recorre las calles y filma escenas atroces: la muerte de civiles, la destrucción de la universidad, el incendio de los depósitos de alimentos, los restos de fósforo blanco…Testimonios directos de la “guerra total” de Clausewitz contra la población civil que el ejército israelí aplica con asimétrica comodidad.
La cámara, “empotrada” en el servicio de ambulancias palestino, comparte con los palestinos y los solidarios de International Solidarity Movement tribulaciones personales y escenas cotidianas, obteniendo momentos de puro delirio como la conversación con una televisión extranjera que se niega a emitir imágenes demasiado realistas -‘sin maquillar’- o los disparos de un francotirador israelí sobre los camilleros palestinos.
La película se divide en una serie de escenas-capítulos, sin apenas montaje, con la obcecada parsimonia de quien desea mostrar con la mayor fidelidad lo que sucede, huyendo de la estética del montaje y del shock televisivo. Es una película a pie de calle, solidaria y activista, pro-palestina, que solo muestra a las víctimas, nunca a los señores de la guerra que desde las alturas o los despachos lanzan ‘bombas inteligentes’. Pero no por tomar partido se niega a recoger las dolorosas contradicciones, como ese travelling del rezo al aire libre en el que una muchedumbre clama la destrucción de los israelíes…
Un documental modélico también por su proceso de distribución, bajo licencia creative commons y a través del estreno simultáneo en todo el mundo en la página web: http://toshootanelephant.com/. Un Global Screening (proyección global) que se convierte así en un Global Screaming (grito global) que progresivamente se extiende por una red cada vez más activista.
Su apertura a las licencias copyleft también ha permitido la realización de otro instructivo documental derivado, “Gaza: la guerra de los medios”, de Oscar Martínez, en el cual se contrastan las imágenes del documental y declaraciones con la información ofrecida por las televisiones. Una lección sobre la manipulación occidental y sobre dos maneras de narrar la tragedia, la comprometida frente a la industrial/espectacular.
“To Shoot an Elephant” quedará en la retina solidaria del espectador y hasta en la historia del documental bélico, y por ello supone un motivo de reflexión sobre el videoactivismo. Si un documental semejante no consigue cambiar algo la situación, es que ningún documental ni ficción sirven ya, por si solos, sin una revisión en profundidad, como elemento transformador. Si el testimonio directo, sin trampa ni cartón, sobre el horror y la injusticia no consigue movilizar no ya al mundo árabe, sino a los occidentales o a los propios israelíes, es que ya nada puede conseguirlo. En la videoesfera en la que vivimos, repleta de espectaculares películas de guerra, violentos videojuegos, televisión carroñera o banales clips de YouTube, un humilde pero contundente documental como este es solo ruido informativo. Y por ello, supone un punto y aparte para el videoactivismo como forma de arte político. “To Shoot an Elephant” nos plantea la reflexión tanto sobre los límites como sobre las posibilidades del videoactivismo a través de nuevas estrategias de creación, distribución y socialización. Supone el agotamiento de la táctica de la cámara-testigo y el comienzo de otras tácticas creativas más incisivas. Nos obliga a revisar la ingenua estética de la “cámara-ojo” y a problematizar el juego de la objetividad/subjetividad. Nos exige pensar en la propiedad de lo visual y su distribución pero también ha de llevarnos más allá activando a los espectadores como nodos de actores políticos, imaginativos y productivos. Por último, respecto al conflicto palestino y otros similares, nos debe conducir inexorablemente a una toma de postura crítica sobre la violencia como parte manifiesta de una coherente estrategia videoactivista a largo plazo.
La primera escena de “To Shoot an Elephant” puede pasar desapercibida pero resulta significativa: un paño frota el objetivo de la cámara encendida, como diciendo: limpiemos el ojo sin párpado de la cámara, ahora vamos a ver la verdad, también -esperamos- la verdad sobre el propio vídeo.
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